jueves, 26 de abril de 2007

ESTO SÍ, ESTO NO... ES HORA DE DECIDIRSE - Junio 2006

Todos nosotros, en un momento u otro a lo largo de nuestra vida, nos hemos visto obligados a decidir entre hacer algo o no hacerlo, entre hacer esto o hacer lo otro,… y hemos tenido la sensación de que, fuera cual fuese la decisión adoptada, nos íbamos a arrepentir de no haber optado por otra. Lo que ocurre en estos casos es que cada opción prioriza un principio ético sobre otros, e incluso a costa de otros, y nosotros no estamos por la labor de renunciar a ninguno de ellos. ¿Qué hacer entonces? ¿Qué criterio debo seguir? ¿Cómo tomar una decisión “ética”?
No existe un único criterio que garantice que la decisión que tomemos sea ética frente a otras que no lo serían. No. Lo que sí es posible es examinar la decisión a tomar desde una pluralidad de perspectivas, lo que, sin duda, nos proporcionará un mapa de la circunstancia en que nos encontramos que nos ayudará a decidirnos por una u otra opción.
Pero dejémonos de monsergas teóricas. Imagine que debe hacer una de estas elecciones complicadas e intente examinar la situación desde las siguientes perspectivas, respondiendo a las cuestiones correspondientes:
Los “otros”: ¿Qué decidiría en este asunto la mayoría de la gente de mi entorno? ¿Qué decisión satisfaría a todos los miembros de mi entorno en este asunto? ¿Qué decisión adoptaría tras un diálogo sincero, argumentativo, imparcial, simétrico con otros? ¿Cómo afectará mi decisión a mi relación con las personas que son importantes para mí? ¿Qué decisiones se tomaron en circunstancias similares en el pasado, y con qué resultado? ¿Qué querría yo que hiciesen otros en mi situación?
La virtud y el deber: ¿Qué haría una buena persona en esta situación? ¿Cuáles son los principios del deber implicados en la misma (por ejemplo: no mentir, no robar, respetar al prójimo,…)? ¿Es mi decisión compasiva (en el sentido de “padecer-con” otros) y refleja mi naturaleza bondadosa? ¿Qué dicen mi Iglesia o mis creencias religiosas que debo hacer?
Resultados de mi decisión: ¿Qué decisión reportará la mayor felicidad al mayor número de personas? ¿Qué consecuencias a corto y largo plazo acarreará mi decisión? ¿A quién perjudica y a quién beneficia y en qué mi decisión? ¿Ayudará mi decisión a los individuos que me rodean, o a mi comunidad, a mejorar, a crecer personalmente, a progresar?
Justicia de mi decisión: ¿Qué decisión tomaría si desconociese qué intereses personales míos subyacen en la situación?
Mi propia existencia: ¿Es la decisión tomada “auténtica”, esto es, sincera hacia mí mismo, mis valores, creencias y principios?
Una vez hecho esto, probablemente usted no tenga todavía claro qué decisión tomar. Pero, si ha sido sincero, habrá ganado altura moral y tendrá en su mano nuevas herramientas para resolver su dilema. Y, de paso y sin saberlo, habrá estado dialogando con algunos de los más grandes filósofos de la historia: Aristóteles, Kant, Benthan, Stuart Mill, Habermas, Rawls,…

Julio González
Betanzos, junio de 2006

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