martes, 13 de diciembre de 2016

¡Qué listos son estos tíos!

Leo la noticia y, por supuesto, se me salen los ojos de las órbitas y el cerebro de su carcasa...
Reunidas las grandes mentes pensantes de la economía mundial, tras arduas horas de investigación y reflexión, llegan a la conclusión de que para reducir el déficit, lo mejor que podemos hacer es subir impuestos y gastar menos. ¡Ole!
Yo no soy economista (¡vade retro, Satanás!), ni experto en nada importante y trascendental para la humanidad, pero a esa solución ya podía haber llegado yo sin despeinarme y sin dedicarme a pensar más allá de lo que lo hago cuando me siento a reflexionar en el rincón más íntimo de mi casa...
Claro que ellos incluyen ciertas puntualizaciones que a mí no se me hubieran ocurrido.
Por ejemplo, sugieren subir los tipos reducidos del I.V.A. Claro, así la cosa será menos gravosa para los que más tienen: todos iguales, a pagar lo mismo. ¡Vive l'Egalité!
Así, "el Fondo considera que la carga tributaria se trasladaría más sobre el consumo que sobre el trabajo". Lo normal. A los que tienen trabajo ya bastante tienen con tener que madrugar, soportar a un jefe/a, cumplir un horario,... Además, tampoco son tantos. Mejor sobre el consumo, que ahí nos vemos todos. Lo que ocurre es que si bien todos necesitamos consumir un mínimo, también es cierto que hay un techo más allá del cual el consumo se convierte en vicio, por lo que incluso quien más puede consumir, no sobrepasará ese límite en condiciones normales.
Pero es que, además, sugieren una revisión del gasto en Sanidad y Educación, servicios a todas luces prescindibles. En concreto, "el gasto en sanidad suele experimentar una fuerte tendencia al alza debido al envejecimiento de la población y el uso de nuevas tecnologías más caras". O sea, que habrá que ver cómo solucionamos el problema del envejecimiento de la población (Hitler tendría clara la medida a tomar) y además tanto análisis, tanta radiografía, que si trasplantes,... ¡Coño! Habiendo tiritas, betadine e ibuprofeno, ¿para qué hace falta lo demás? Gasto superfluo.
Por otra parte, constata que haya un uso tal vez demasiado extendido de la contratación temporal en este nuestro país. Por lo que la solución pasa por "una reforma laboral que haga que los contratos indefinidos sean más atractivos para los trabajadores, que ofrezca mayor seguridad jurídica a las empresas en materia de despido y que permita una mayor flexibilidad en las condiciones de trabajo". Y como yo, repito, no soy economista, esto ya no lo entiendo. O lo entiendo mal. Eso, seguro. Porque la contratación indefinida a quien hay que hacérsela atractiva es al empleador, no al trabajador que, salvo error u omisión, prefiere un trabajo indefinido a uno temporal. No me imagino yo el siguiente diálogo:

- Si se une a nuestra compañía, le ofrecemos un contrato indefinido.
- Quite, quite. ¿Está usted loco? A mí hágame un contrato eventual, temporal y, a poder ser, mal pagado.

Y eso hay que hacerlo compatible con mayor seguridad en materia de despido, porque ya se sabe que las empresas contratan pensando en el despido, no en el trabajo, cosa que nunca entenderé. Cuando yo contrato un servicio, cuento con que seré servido, no con que tendré que prescindir de quien me lo ofrece porque no me lo proporciona... En fin, esquizofrénico.
Y lo de la flexibilidad en las condiciones de trabajo, eso ya ni me paro a pensarlo con vistas a poder mantener mi tensión arterial dentro de sus sanos límites.

En fin, y más cosas. Pero ya me aburren... o cabrean. Porque a todo esto, estas maravillosas recomendaciones proceden de un organismo que  en su momento manifestó su plena confianza en su directora, quien anteriormente había sido ministra de su país, la France, y en el desempeño de su función como tal tuvo sus cosillas...

Estas y otras cosas por el estilo son las que hacen que pueda seguir preguntándome: pero, ¿en qué mundo vivimos?