Émile Chartier, “Alain”. Filósofo y ensayista francés (1868-1951)
Y es que no hay nada más peligroso, y a la vez más intelectualmente cómodo, que el miedo.
Se trata de una emoción caracterizada por la angustia por un riesgo o daño real o imaginario (Diccionario de la Real Academia Española).
No me atrevería yo a poner en duda la realidad de la angustia sentida, generada por un potencial riesgo que responde a causas objetivas. Pero sí me permito advertir sobre los riesgos imaginados.
Y digo imaginados porque no me refiero a peligros o riesgos que tengan en si mismos la cualidad de no pertenecer al ámbito de lo real, sino que ese atributo (la "imaginariedad", por inventar un término) es algo que nosotros como sujetos ponemos en las cosas.
Para aclararlo un poco más: lo que quiero decir es que no hay miedos objetivos, sino que todo miedo, en tanto emoción, es siempre subjetivo.
Aclarado (¿aclarado?) esto, volvamos al comienzo.
No hay nada más peligroso y a la vez más intelectualmente cómodo que el miedo.
Peligroso porque sus efectos son bidireccionales: tanto pueden llevarnos a la paralización de la acción, a la inacción, como empujarnos a desarrollar conductas irracionales e irreflexivas.
Intelectualmente cómodo, porque puede ser utilizado como justificación de posiciones de pensamiento que no se exigen a si mismas ninguna otra fundamentación más que el propio miedo.
¿Cómo combatirlo? Con datos, que se suponen siempre objetivos. No son garantía, pero arrojan luz.
Los datos: la probabilidad de padecer trombos en individuos vacunados contra la COVID-19 se sitúa en una media del 0,0001% o, lo que es lo mismo, de 1 caso de trombosis letal por cada 1.000.000 de dosis administradas. Dejo para el lector la comparación con otros fenómenos a los que estamos cotidianamente expuestos.
Hay riesgo en la vacunación. Hay riesgo en circular en coche por las carreteras. Hay riesgo al viajar en avión. Hay riesgo, en definitiva, en vivir. Desde que nacemos estamos expuestos a todo tipo de riesgos, pero eso no nos lleva a elegir no vivir frente a vivir.
Se me dirá: "Ya, pero estamos hablando de poner en riesgo (ínfimo, pero riesgo) a personas sanas". Cierto. Cojamos otro camino.
Si leemos el prospecto de cualquier medicamento de los que utilizamos habitualmente sin receta médica y la mayor parte de las veces sin darle mayor trascendencia, veremos que se califican como:
- Efectos adversos frecuentes (observados entre 1 y 10 de cada 100 personas)
- Efectos adversos poco frecuentes (observados entre 1 y 100 de cada 1.000 personas)
Conclusión: en el peor de los casos, estamos hablando de una probabilidad de efectos adversos de 0,1%. Ahora lean esos efectos adversos. ¿Ya? Pues saquen conclusiones y decidan.
A los negacionistas de la pandemia y a los "antivacunas" no pienso ni dirigirme, pues los argumentos se dirigen a la inteligencia abierta, no al "postureo" recalcitrante.