jueves, 26 de abril de 2007

¡NOS VAMOS DE COMPRAS! - Marzo 2007

Un año más, la primavera ha llegado.
No, no piensen que no sé lo que me digo, puesto que ya es primavera donde siempre se presenta antes que en ningún otro lado.
Y, aparte el hecho de que se altere la sangre, de que nos ataquen las alergias, de que en la calle sigue haciendo fresquito, de que los capullos emerjan acá y allá (bueno, esto no sólo en primavera, ustedes ya me entienden…)… e incluso muy a pesar de algunos poetas, la aparición de la primavera nos empuja a algo mucho más prosaico: ¿tenemos? que renovar nuestro guardarropa con las prendas de temporada. O sea, repetir el ritual que apenas hace dos meses ya hemos escenificado: ir de compras.
Y esto me plantea alguna que otra reflexión que quiero compartir para que usted, amigo lector, la haga suya y la elabore desde su propio criterio.
En el hecho de “ir de compras” confluyen dos intereses muy diferentes y, sin embargo complementarios: el del comerciante-vendedor, y el del consumidor-comprador.
¿Qué pretende el vendedor? Es evidente que vender, porque de ello depende su subsistencia, no sólo como comerciante, sino también como ser vivo.
Y, ¿qué interés guía al comprador? Veamos.
Hubo un tiempo en que uno iba a comprar aquello que le hacía falta en el momento en que lo necesitaba. Pero la “sociedad del bienestar” ha transformado el ir de compras en una actividad de ocio. Se va de compras como se podría ir al cine. Incluso hay quien frívolamente atribuye a esta actividad un cierto carácter terapéutico y así, para olvidar sus problemas, hace “shopping” (esto los más esnobs, claro) sin pensar que, cuando vuelva a su hogar, los problemas estarán esperándolo detrás de la puerta con el rodillo de amasar en la mano…
Por esto mismo, lo que el comprador demanda en la sociedad occidental del S. XXI, no es lo mismo que demandaba hace 30 años. Ni el comercio puede ofrecer hoy lo mismo que hace 30 años y pretender vender como lo hacía entonces. Hoy pasamos más tiempo en nuestro trabajo que en casa y el tiempo libre que nos queda, deseamos dedicarlo a disfrutar. Y por ello queremos hacer de la necesidad de comprar una ocasión para disfrutar. Así, nos gusta pasear mientras vemos lo que el comercio tiene para ofrecernos y para tentarnos. Y nos gusta también tener la posibilidad de hacer un alto en el camino para reponer fuerzas y poder luego seguir nuestro mercantil paseo. Escaparates atractivos y negocios de hostelería. Pero no sólo eso.
También nos gusta creernos libres y ejercer esa libertad que identificamos con el hecho de tener múltiples opciones para elegir. Por eso nos gustan los comercios con variedad, en los que podemos nosotros directamente manipular y examinar lo que compraremos o no, y donde no tenemos a un agente de la KGB alentándonos en el cogote, empujándonos a comprar lo que tiene y no lo que queremos.
Y como ciudadanos de una sociedad democrática, reivindicarnos nuestro derecho a que se respete nuestra dignidad y a que se nos considere personas inteligentes y libres, no intentando darnos gato por liebre, cosa que no siempre ocurre. Y entre estos derechos reclamamos el de equivocarnos, y, por tanto, el de que en caso de que no estemos plenamente satisfechos, se nos devuelva nuestro dinero (¿les suena?).
En fin. Que todos aprendimos en el colegio que el comercio se encuadraba en aquel sector socio-económico denominado Sector Servicios. Pues eso. Menos lamentos y más servicio. Y a buen entendedor, pocas palabras bastan.

Betanzos, marzo de 2007

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